Con la llegada del buen tiempo y el comienzo de la primavera llegan algunos complementos masculinos tan famosos como el sombrero de fieltro, en las latitudes en las que vivimos sacarlo a la calle es más un acto estético que de lógica. Sin embargo, esto no pasa con el conocido como sombrero “Panamá”. El calor que ya pronto empezará, unido al sol abrasante que nos acompañará los próximos meses, justifica sobradamente la adquisición de uno.
El que, efectivamente, sean varios meses los que podamos vestirlos anima tener más de uno. Modelos hay muchos, Havana, Homburg, Óptimo etc, sin embargo, es el conocido como Fedora, modelo que también se encuentra en invierno, el más polivalente y fácil de vestir.
Una de las ventajas del sombrero panamá es que puede vestir todo tipo de estilos y edades. Bastará con acertar en la medida de su ala y en la forma de su copa para transmitir una imagen más desenfadada o más seria. En principio, cuanto más estrecha sea su ala más juvenil será el aspecto, de ser ancha el efecto final será el de un sombrero más serio.
Dicho esto, hay ciertas medidas de ala que no deberían traspasarse ni por debajo ni por encima ya que el sombrero perdería todo su encanto. Las personas de reducida estatura agradecerán los sombreros tanto de ala estrecha como de copa contenida. Para estos, la cinta no debería ser demasiado ancha. Se tratará de evitar aparentar ser más bajo de lo que ya se pudiera ser. De escogerlo correctamente, no hay excusa tampoco en estos para no disfrutar de su aire jovial y relajado.
El sombrero ecuatoriano tendría que caer dos dedos por encima de las cejas y el ala frontal insinuarse hacia abajo. Es la cinta que rodea su copa la responsable del mensaje del sombrero. Negro, opción siempre segura, versátil pero más serio. Granate o verde, variedad y buen gusto. Cintas bicolores, estilo y personalidad. Dicho esto, la clave estará en la paja toquilla, el material con el que se confecciona cualquier buen sombrero ecuatoriano. Pocas cosas hay más desalentadoras que ver un sombreo panamá de cuestionable calidad sobre una persona, a priori, elegante.
Obligado para vosotros que sea un verdadero sombrero ecuatoriano. Nos contaba José Signes, que Ecuador es el único país que reúne las condiciones necesarias, por la riqueza de los minerales de su suelo, para el cultivo de la planta de paja toquilla. Quizás por ello no sea de extrañar que la Unesco reconociera finales del 2012 al tejido tradicional del sombrero de paja toquilla como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
Igualmente, el grosor y tamaño de las fibras determina a qué tipo de sombrero se destinarán unas y otras. Cualquiera sombrero Ecuatoriano de calidad superior necesitará de un tejedor a tiempo completo durante un mínimo de dos meses de trabajo. De hecho, los más reputados tejedores ecuatorianos no fabrican más de cinco sombreros al año.
En la confección de los sombreros Ecuatorianos intervienen tanto hombres y mujeres. Los primeros se especializan en la cosecha y el transporte de los tallos desde la montaña hasta el pueblo. Las mujeres se centran en el procesamiento de la paja-toquilla limpiando, desvenando, armando tongos, cocinando, secando y armando los bultos para la posterior venta.
El proceso de cosido comienza tejiendo las dieciséis pajas que forman la plantilla del sombrero. Para tejer estas se utiliza un trípode de madera donde se coloca la horma. La tejedora va tejiendo ayudada de otra horma que se pone en el pecho. Una vez formada la plantilla se coloca en un molde para seguir tejiendo la copa y la falda.
Concluido esto, los sombreros se dejan secar al aire libre y se apalean sobre una piedra con azufre que se muele a medida y que se apalea para suavizar los sombreros. Después de apaleado el sombrero, se limpia para quitar el azufre y se coloca sobre un molde para proceder al planchado y eliminar las arrugas que se pudieran haber formado.
Si a pesar de conocer lo especial que resulta tener una pieza así, no nos atrevemos a vestirlo, seguramente por vergüenza, nada mejor que probar como hacíamos cuando nos ocurría al principio lo mismo con el pañuelo de bolsillo. Usarlo todos los días. Al principio nos podrán mirar con cara de sorpresa. En unos días todos acostumbrados. Y, puestos a escoger, que sea nuestro primer sombrero un modelo Fedora.
El tiempo, la edad y la confianza se encargarán del resto.